jueves, 29 de mayo de 2008

92 años SEMBRANDO Y COSECHANDO AMOR

Colegio Manuel Belgrano
92 años
Sembrando y cosechando amor

Tenemos la oportunidad de ser parte de una porción de estos 92 años del querido CMB.
Al sentarme a escribir esta nota surge inexorablemente el recorrido de estos 18 años de vida compartida: familia – colegio; colegio –familia.
Todavía guardo el momento en que crucé la puerta de Cuba y me encontré con el Hermano Gabriel, quien me pidió que esperara al Hermano Aldo, para inscribir al mayor de mis hijos. Llevaba al segundo en mi vientre y enseguida llegaría el más chiquito. ¡Qué momento! La elección del colegio de los hijos no es tarea fácil: ¡qué responsabilidad!





Con el tiempo ingresamos al Jardín; y lo digo de esta forma, porque allí no más comenzamos a participar como familia de la vida del colegio.
Primero Elena, colaboradora y formadora incasable de hábitos en nuestros hijos.
Más tarde Marta: cuánto tenemos que agradecerte, por abrir tu corazón y brindarte generosamente.
El colegio no es una realidad abstracta sino concreta en las personas que formamos parte de él. Nos ha acompañado en nuestra vida de familia.
La Capilla, el Sagrario, el Patio, el Poli, el Salón del Hermano Francisco han sido testigos de muchas vivencias importantes de nuestra vida familiar. Hemos compartido alegrías, crecimiento espiritual, personal y familiar. .. Y en los momentos difíciles pudimos ser reconfortados por una misa, una oración, un abrazo, una escucha generosa o una palabra amiga.
Inscribimos a los chicos en un colegio de varones. Con el paso de los años, llega el Hermano Eutimio; las aulas se repueblan y llegan las niñas. Pudimos aprender y comprobar que los primeros se vuelven más tiernos y las chicas se simplifican.
¡Qué bueno es poder decirles a nuestros hijos: cuánto los ama y cuánto los escucha Dios! Rezábamos para que el Beato Marcelino llegue a ser Santo y hoy celebramos la Fiesta de San Marcelino.
¿Quién iba a pensar que esos primeros tres alumnos inscriptos se multiplicarían hasta 2000?
Y que el colegio que formaba parte de esa tranquila Ciudad de Belgrano, estaría hoy en el Barrio más populoso de la Ciudad.
Festejamos aniversarios importantes del Colegio Grande y del Jardín.
Hoy llegamos a la celebración de los 92 años de su fundación. Con mayor o menor conciencia de ello: todos los días refundamos nuestro colegio; desde el cálido saludo de la mañana hasta el “hasta mañana si Dios quiere”.
Hoy, inmersos en el tiempo que nos toca vivir, se nos plantean nuevos desafíos. El colegio también es partícipe de ello. Los enfrentamos con valentía como una comunidad que aprende y que está abierta a los cambios.
¡Gracias a todos los que nos han acompañado en esta porción de vida compartida!
¡Gracias a aquellos educadores que enseñaron y modelaron el corazón de nuestros hijos!
¡Gracias a aquellos que cultivan y afianzan la Misión Compartida!
¡Gracias a aquellos Hermanos que se atrevieron al sueño de educar!
¡Gracias San Marcelino Champagnat, por tu carisma!
¡Qué vivan los 92 años, sembrando y cosechando amor!

jueves, 15 de mayo de 2008

¿Quién escucha la Palabra?


Antes de que escuchemos este breve cuento, es muy importante que ustedes confíen en que todos tenemos un corazón para dar y recibir amor: que eso es especialmente escuchar La Palabra de Dios. Y por lo general lo hacemos con nuestros gestos, con lo que pensamos, con nuestros actos y con lo que decimos al relacionarnos con los demás.
Ahora sí…
Había una vez tres chicos que tenían un gran corazón. Ellos se llamaban: Carlota CASI ESCUCHO LA PALABRA, Wenceslao QUÉ LINDO, PERO SIGO DE LARGO y Jacinto ESTO SÍ QUE ES BUENO.
Carlota estaba muy distraída pensando en el programa de televisión favorito, en sus charlas con las chicas, en qué ropa se iba a poner o en sus enojos o caprichos.¡Uy! Su cara así lo demostraba. Así que la Palabra de Dios no podía entrar a sus oídos y menos a su corazón…Se iba para otro lado.
Wenceslao, otro amigo del mismo
colegio, hacía algunos ratos de silencio y escuchaba la Palabra de Dios, le parecía muy linda, pero la play, la compu., el partido de fútbol, la pelota de rugby, le parecían más importantes. Entonces la Palabra, entraba por un oído y salís por el otro y tampoco llegaba a su corazón.
A Jacinto, otro compañerito, también le gustaba divertirse pero estaba más atento, más dispuesto.
- ¿Se acuerdan de San José que por estar en silencio alerta pudo escuchar al ángel?
- ¡Ah! Sí, claro - se escuchó-.
- ¡Saaaan José, vos lo dijiste bien!
- ¡Pero todos podemos ser santos!
“Todos podemos ser santos y llegar hasta el Señor,
Todos podemos ser santos y llegar hasta el Señor,
Lo primero es el amor”.

- Claro, Jacinto era bueno, como ustedes, como cualquier chico de su edad, pero el pudo abrir su corazón y escuchar las Maravillas del Señor. La Palabra mejoró su corazoncito y lo llenó de alegría.- ¡Cómo contagiaba su entusiasmo brindándoles su amor a los demás!
- Por eso chicos…
“Todos podemos ser santos y llegar hasta el Señor,
Todos podemos ser santos y llegar hasta el Señor,
Lo primero es el amor”.

El estribillo final, entrecomillado, pertenece al Profesor Hugo Castro

jueves, 8 de mayo de 2008

Una tortuga famosa





Había una vez una tortuga llamada Manuelita que vivía en Pehuajó.
Un día decidió irse a París para ponerse más jovencita.
Se arregló, se pintó y se vistió de gala.
Al regresar por el mar quedó despintada, arrugada y toda mojada.
El tortugo llamado Manolito se fue a buscarla a Necochea porque la extrañaba.
La abrazó y le dijo cuánto la amaba